El Día de Muertos es una de las celebraciones más emblemáticas de México, con raíces profundas en la cosmovisión prehispánica y una fusión cultural con tradiciones católicas traídas por los españoles. Este día, que se celebra el 1 y 2 de noviembre, no solo rinde homenaje a los seres queridos que han fallecido, sino que también resalta la relación única que los mexicanos tienen con la muerte, percibiéndola no como un final sombrío, sino como una parte más del ciclo de la vida.
Origen
El Día de Muertos tiene sus orígenes en las culturas mesoamericanas, como los aztecas, mayas, purépechas y totonacas. Para estas civilizaciones, la muerte no era el fin de la existencia, sino una transición a otro plano. Los difuntos viajaban al Mictlán, el inframundo, donde enfrentaban varios desafíos antes de llegar a su destino final. Durante estos viajes, los vivos ayudaban a los muertos con ofrendas y rituales.
Con la llegada de los españoles en el siglo XVI, esta cosmovisión se fusionó con las celebraciones católicas del Día de Todos los Santos y el Día de los Fieles Difuntos. Este sincretismo dio lugar a lo que hoy conocemos como Día de Muertos, manteniendo vivas las creencias prehispánicas, pero integrando también elementos de la fe católica.
Significado y simbolismo
El Día de Muertos no es un evento triste; al contrario, es una ocasión para celebrar la vida de los que ya no están entre nosotros. A través de rituales, altares y fiestas, se cree que las almas de los difuntos regresan al mundo de los vivos para disfrutar de los manjares y las ofrendas que sus familiares les preparan.
Los altares y las ofrendas
Uno de los aspectos más representativos de esta festividad son los altares de muertos, que se montan en las casas, panteones y plazas públicas para honrar a los fallecidos. Estos altares están llenos de simbolismo y suelen contener varios niveles que representan los estratos de la existencia:
Niveles del altar: Los altares pueden tener tres niveles que simbolizan el cielo, la tierra y el inframundo, o hasta siete niveles, que representan los pasos necesarios para alcanzar el descanso final en el Mictlán.
Fotografía: Se coloca una foto del difunto a quien va dedicado el altar.
Cempasúchil: Las flores de cempasúchil, de color amarillo intenso, guían a las almas de los difuntos con su aroma.
Comida y bebida: Se colocan los alimentos favoritos del difunto, como tamales, pan de muerto, mole y tequila, ya que se cree que las almas disfrutan de estos manjares.
Velas: Representan el fuego y la luz que ilumina el camino de regreso al mundo de los vivos.
Papel picado: Este colorido papel de seda recortado simboliza el aire y la fragilidad de la vida.
Calaveras de azúcar o chocolate: Son un recordatorio juguetón de la muerte, con los nombres de los difuntos escritos en ellas.
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